11 Mayo 2010

Mall en un terreno no apto

Columna de opinión de Patricio Herman de la Fundación Defendamos la Ciudad, publicada en diario La Nación el 11 de mayo de 2010.

Columna de opinión de Patricio Herman de la Fundación Defendamos la Ciudad, publicada en diario La Nación el 11 de mayo de 2010. En el Plan Regulador de Las Condes se describe el área E-e1, que corresponde a Edificación Especial Nº 1: Equipamientos. Estos sectores están constituidos por los terrenos y las edificaciones destinados a complementar las funciones urbanas básicas, según lo fijado en la Ordenanza del Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS), instrumento normativo de mayor jerarquía vigente desde 1994. El área E-e1 de esa comuna está conformada por tres tipos de equipamientos; uno de ellos es el denominado “equipamientos comunales culturales”, donde se listan todos los colegios, escuelas y centros de estudios localizados en el territorio jurisdiccional de la comuna. Uno de los anteriores es el Colegio Nuestra Señora del Pilar, que ocupa un amplio terreno de tres hectáreas que enfrenta la calle Martín de Zamora por el norte y Avenida Cristóbal Colón por el sur, más hacia el oriente de la Avenida Américo Vespucio. Estas tres vialidades están muy congestionadas, sobre todo en horas de mayor flujo vehicular, lo que es padecido por quienes viven en sus inmediaciones y conocido por los técnicos del sector transporte. Hace tres años las monjitas españolas dueñas del establecimiento educacional decidieron venderlo y así llamaron a una licitación, a la cual llegaron varias empresas constructoras interesadas en ese terreno. Pero al conocerse las restricciones del uso del suelo, todas ellas, por razones entendibles, se desistieron de seguir conversando con la congregación religiosa. Sin embargo, uno de los atraídos por el paño, vocablo que se utiliza en el ámbito inmobiliario, tomó la decisión de comprar para construir un supermercado tipo Jumbo y un mall con todos los ornatos que invitan al consumo. El comprador fue Cencosud, sociedad controlada por el audaz y a la vez simpático Horst Paulmann, empresario que se caracteriza por sostener que “la carga se arregla en el camino”. Vale decir, este influyente hombre de negocios, chileno por decisión parlamentaria, tomó una decisión muy arriesgada, porque los tipos de edificaciones previstos están prohibidos en las reglas del juego urbanístico vigente en Las Condes. ¿En Alemania, Paulmann hubiera tenido este mismo comportamiento? Naturalmente que no, porque en ese país, como en todos los países serios, son inaceptables las prácticas que ponen en entredicho el sistema económico de libre mercado. No conocemos el precio del terreno pagado por el único interesado, pero si hubiera existido competencia abierta en la demanda, obviamente que el valor de transacción hubiera sido más elevado, con el beneficio implícito para las religiosas vendedoras. Suponemos que Paulmann ya tenía acordada la modificación urbanística con los mandamases de Las Condes o bien especuló, estimando que esas autoridades iban a consentir en autorizar tales cambios que hacían posible su obra. La prensa ha informado que el proyecto contempla la construcción de cines, restaurantes, estacionamientos subterráneos, infinidad de tiendas chicas, medianas y anclas, con una inversión de 30 millones de dólares y Cencosud, especialista en marketing, ya ha estado convenciendo a los vecinos para que, en una próxima consulta restringida a un cierto perímetro, “aprueben” las bondades de esta intrusión en el barrio. Las juntas de vecinos C-14, C-2 y C-11 de Las Condes, presididas por Rafael Arteche, Carola de Orte y Enrique Cisternas, respectivamente, ya han expresado su decidida oposición no sólo a la consulta no vinculante, prevista para los primeros días de junio, convocada por el alcalde Francisco de la Maza, por considerarla insuficiente y meramente propagandística, sino al mall porque, según ellos, si se realizan las obras irremediablemente se empeorarán las condiciones de vida de los residentes aledaños a la intervención y por ello han llamado a expresar uno no rotundo al proyecto. Este negocio privado de retail necesita que el uso de suelo de las tres hectáreas se transforme en equipamiento comercial y servicios en el Plan Regulador Comunal y para ello Cencosud, apoyado con recursos municipales, ha efectuado infinidad de actos comunicacionales para convencer a los votantes de las maravillas del proyecto, que ahora se llama amigablemente Jardines de Colón. Coherente con lo anterior, las azoteas de las edificaciones están proyectadas con cubiertas verdes y no se conocen todavía, por razones obvias, las medidas de mitigación vial, que deberán considerar, entre otras tantas, los ensanches de calles Martín de Zamora y Colón para dar paso al aumento vehicular y básicamente para admitir las circulaciones diarias de los colosales camiones que transportarán las mercaderías que allí se venderán. Recordemos que estos grandes centros comerciales llamados malls se masificaron más allá de los suburbios de las ciudades de EEUU, después de la Segunda Guerra Mundial, aprovechando el uso de los automóviles en las excelentes carreteras que se construían por todos lados. En Chile, malos copiadores, se levantan en las zonas densificadas para facilitar el acceso a ellos. La consulta limitada a un ínfimo número de votantes será inocua y no le asignamos valor, porque el asunto de fondo es lo impresentable de que un municipio, servicio público, proceda de acuerdo a las premuras de un actor privado que sabe motivar a quienes ejercen la administración del Estado. A Paulmann no le importa que ese barrio se desnaturalice, porque él tiene otros intereses y lo asombroso es que el concejo municipal de Las Condes consienta en hacer lo que aquél desea. He aquí la diferencia entre los países desarrollados, que tienen políticas urbanas que buscan el bien colectivo, y Chile, que continúa con sus “trajes a la medida” para algunos pedigüeños.



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