06 Febrero 2008

El embajador Carlos Julio Gaitán y el Cartel de Cali

Hernán Larraín Chaux nos ha pedido que publiquemos la nota "El embajador y el Cartel de Cali", con ocasión del nombramiento de Carlos Julio Gaitán como embajador de Colombia en Chile. Adjunto además lea nota relacionada de Hernán Larraín.

El embajador y el cartel de Cali Por Jaime Horta Díaz www.geocities.com/colegioabogadosun A finales de 1997 el entonces ministro de Desarrollo Carlos Julio Gaitán –hoy nominado embajador en Chile- le hizo al superintendente de sociedades la insólita petición de bajarle la presión a Cali. "Bájele la presión" fue la sugerencia. Pero tratándose de un ministro a un superintendente era más que una propuesta. Era una orden. El Superintendente se sorprendió tanto que sencillamente se quedó callado, no le contestó en el momento y eso le costó el puesto. En realidad, la indicación del ministro no podía ser más inoportuna. La superintendencia de sociedades, la agencia estatal que cumple las funciones presidenciales de supervisión del sector real de la economía, estaba comprometida en el mayor operativo contra el cartel de Cali liderado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela y José Santacruz Londoño, entre otros conocidos personajes del bajo mundo. También el gobierno era objeto de estigmatizaciones internacionales. Muchos funcionarios de la Superintendencia habían sido desplazados a Cali. Personalmente el Superintendente y el Secretario General constituían una de las comisiones investigadoras, sin ninguna protección, provistos apenas de un computador portátil, un celular y la base de datos de la Superintendencia en la que aparecían los accionistas, los directivos y los testaferros de los narcotraficantes. Las bases de datos de las superintendencias son las más completas del país. Los organigramas pueden armarse en minutos aunque los hábiles abogados y asesores de la mafia los desarman en segundos. La Cámara de Comercio de Cali se convirtió en un campo de batalla. Lo primero era cambiar el nombre de las sociedades. Lo segundo liquidarlas. Por eso los investigadores no encontraban ni las empresas ni los administradores. En las direcciones muchas veces atendían recepcionistas o vigilantes recién llegados que ni siquiera sabían quien les pagaba el sueldo. O al menos eso decían. La intempestiva salida del Superintendente generó una solidaridad en los medios de comunicación y entre las propias sociedades vigiladas. No en vano era un veterano profesor de derecho mercantil y director durante muchos años del posgrado en derecho comercial de la Universidad Javeriana. Bajar la presión tenía justificaciones. La integridad de los funcionarios. Los investigadores recibían amenazas. En una ocasión fueron atracados y despojados de dinero y documentos. En honor a la verdad el presidente Ernesto Samper le pidió al Superintendente que no se fuera ("no te vayas", le dijo). Pero el ministro arreció la campaña y le solicitó la renuncia hasta en público. El ministro se salió con la suya.



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