24 Agosto 2008
Abriendo anchas algunas puertas

Vivaldi contra la pobreza

¿A los neoliberales garraplatas de Chile se les ocurrirá algo semejante?. Violines, clarinetes y las notas de la Primavera prueban ser la fórmula más eficaz para combatir la pobreza en un populoso barrio marginal de Guayaquil, Ecuador. BBC Mundo 23 agosto de 2008.

El Guasmo ya no es el mismo lugar que hace 15 años. Sus calles principales están ahora pavimentadas, la luz eléctrica y los servicios básicos no faltan y un moderno sistema de transporte llega hasta el corazón de esta zona que en algún momento fue tierra de nadie. Pero no todo ha cambiado en el Guasmo, todavía existen cientos de covachas construidas con caña que se sostienen sobre enclenques pilotes para soportar las crecidas del río Guayas. Tampoco han variado los problemas sociales que aquejan desde siempre a este barrio que nació como un asentamiento informal de campesinos y que ahora cuenta con 600.000 habitantes y tiene una extensión aproximada de 2.000 hectáreas. Como en cualquier barriada pobre de Latinoamérica las polvorientas calles sirven de canchas improvisadas para un partido de fútbol, las esquinas son propiedad de los pandilleros y la policía brilla por su ausencia. El pesado calor que aplasta a Guayaquil en esta época hace que las puertas y ventanas de las casas estén abiertas de par en par dejando escapar un millar de sonidos: la telenovela a todo volumen, un bebé que llora con hambre, un hombre que grita y una mujer que le responde, merengue por aquí, reggaetón y hip-hop por acá, y a lo lejos, casi imperceptible, un dulce violín que repite incesantemente la Danza Húngara de Brahms. Cumplir un sueño El violín que escuchamos pertenece a Henry Merchán, uno de los 100 jóvenes que forman parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Guasmo (OSJG). "Éramos un grupo de jóvenes que teníamos un par de instrumentos y nadie nos conocía, ahora somos la orquesta más conocida de Guayaquil", comenta Henry a BBC Mundo y afirma que el haber ingresado a la orquesta le cambió la vida. Éramos un grupo de jóvenes que teníamos un par de instrumentos y nadie nos conocía, ahora somos la orquesta más conocida de Guayaquil Henry Merchán "He viajado a otros países, he dado conciertos en otras ciudades, tanto con el grupo como solista... yo nunca pensé que la gente me iba a aplaudir". Merchán lleva seis años en la orquesta, cuando llegó no había tocado las cuerdas de un instrumento, y ahora parece dominarlo, aunque él admite que debe practicar mucho más para cumplir su sueño. "Mi sueño es ser solista y pertenecer a una orquesta grande como la Sinfónica de Guayaquil", confiesa Henry y su anhelo no es imposible, actualmente dos miembros de la OSJG ya han sido admitidos en las filas de la hermana mayor de la OSJG. Por lo pronto Henry, de 21 años, está listo para un nuevo reto que lo acercará a su sueño: viajará con una beca de siete días a Venezuela para capacitarse con los maestros de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV) lideradas por el maestro José Antonio Abreu. Además de Merchán otros dos miembros de la OSJG ya han sido beneficiados con esta beca financiada por la Corporación Andina de Fomento (CAF). Ejemplo La OSJG es una iniciativa del Centro de Expresión Musical, un ala de la Fundación Huancavilca, institución que desde hace 15 años trabaja en el Guasmo en diversos proyectos que buscan mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Henry obtuvo una beca para capacitarse con los maestros venezolanos.La música clásica los mantiene ocupados con una disciplina que no les permite caer en las distracciones, a veces peligrosas, del barrio. "Nuestra misión nunca fue formar grandes profesionales en la música" afirma a BBC Mundo, Vivianne Almeida, directora ejecutiva de la fundación, "sino darles la oportunidad a estos chicos de que se expresen y también formar un ser humano cuyos valores se conviertan en la base para un cambio y que sirvan de ejemplo para toda la comunidad". Los chicos de la OSJG, con sus contrabajos, violas, oboes y trompetas a cuestas, lo están logrando y sus éxitos son un motivo de orgullo para toda la comunidad. "Este proyecto rompió los esquemas y ahora cuando la gente los ve el mayor orgullo es decir que son del Guasmo. La familia, los papás, los abuelitos ya hablan de Mozart, de Vivaldi, ya saben que los chicos tienen un repertorio, asisten a conciertos. Esto ha hecho que el nivel cultural mejore para toda la comunidad", dice Almeida. A una sola voz Los éxitos sobrepasaron los límites del barrio y la OSJG realiza presentaciones regulares en grandes escenarios de Guayaquil y otras ciudades del Ecuador e incluso ya han grabado un disco. Este proyecto rompió los esquemas (...) La familia, los papás, los abuelitos ya hablan de Mozart, de Vivaldi (...) asisten a conciertos. Esto ha hecho que el nivel cultural mejore para toda la comunidad Vivianne Almeida, Fundación Huancavilca El mes pasado el Ministerio del Litoral los contrató para una serie de 30 conciertos en lugares poco comunes como mercados populares, hospitales públicos, hospicios y cárceles. "En esos lugares nunca antes se presentó una sinfónica y de repente llegan estos chicos y estremecen a este público" comenta a BBC Mundo Jorge Layana, director artístico musical de la OSJG. "Pero no solamente a ese público, lo han hecho ante el presidente y en todos los estratos sociales han sido reconocidos. El reconocimiento es total, a una sola voz". Sacrificio Daisy Dino es una de las fervientes admiradoras de la OSJG. Su nieto Eduardo toca el clarinete en la orquesta y para ella no hay mayor orgullo que escucharlo, aunque admite que a veces "no entiende la música". Los padres de Eduardo dejaron a su cargo la crianza, manutención y cuidado de su nieto, y ella sabe que el clarinete puede ser la única oportunidad del chico para superar la difícil situación en la que se encuentran. "Cada día veo que se supera más", dice Daisy, "a veces dice que está cansado, pero yo le digo que si quiere ser diferente al resto tiene que sacrificarse". Al caer la tarde Eduardo practica la canción de la Pantera Rosa de Henry Mancini, aferrado a su clarinete y a su sueño, que no es más que vencer a la pobreza con la música de su instrumento.




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