19 Noviembre 2007

El modelo según Boeninger

Carta al director de Patricio Tupper de Fundación Defendamos la Ciudad, publicada en El Mercurio el 19 de noviembre de 2007.

Carta al director de patricio Tupper de Fundación Defendamos la Ciudad, publicada en El Mercurio el 19 de noviembre de 2007. Señor Director: Se comprende que Edgardo Boeninger esté satisfecho con el modelo de desarrollo y piense que tenemos una democracia estable a punto de consolidarse; él ha sido uno de los mayores artífices intelectuales del actual estado de cosas.

Llama la atención, en sus declaraciones de ayer en “El Mercurio”, la ausencia de una relación suya entre modelo de desarrollo y equidad territorial, cuestión que está aflorando precisamente en el Parlamento y es parte de la creciente conflictividad en los partidos y coaliciones. Más aún, las demandas regionales están condicionando casi todo acuerdo.

Al senador Bianchi, por ejemplo, el Gobierno no le cumplió promesas en favor de Magallanes y ahora restará su indispensable voto al presupuesto para Transantiago, con delicadas consecuencias para la gestión del ministro Cortázar. Las regiones han crecido, es cierto, pero lo han hecho a paso de tortuga, considerando los inmensos aportes que hacen al país, especialmente el Norte Grande. ¿Por qué el modelo es incapaz de procurar equidad? Porque las decisiones de toda índole, políticas, económicas y culturales, emanan de las élites de Santiago. Los mismos partidos son entes altamente centralizados, incapaces de entender la necesidad de libertad de acción y renovación política regionales.

El crédito se aprueba en las sedes bancarias santiaguinas. Las cadenas de televisión crean la sensación de país uniforme sobre la imagen de una capital que está muy lejos de representar la totalidad, promoviendo la frustración en millones de ciudadanos. El modelo, aunque no lo quiera Boeninger, debe ser cambiado para introducir libertad local, promover la autogestión no paternalista y permitir a las regiones el crecimiento que merecen por sus inmensos aportes, aunque Santiago deba decaer. Si hablamos de liberalismo, entonces practiquémoslo.

No habrá democracia estable —no habrá democracia, en resumidas cuentas—, sin estos cambios que reclama con fuerza más de la mitad de los chilenos.



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